Nació en Buenos Aires, el 27 de junio de 1852, fue escritor, docente, pero sobre todo naturalista. Su padre Eduardo Wenceslao Holmberg le transmitió su amor por las plantas. Se doctoró en medicina en la Universidad de Buenos Aires, pero no ejerció la profesión. Las ciencias naturales acapararon todo su interés especialmente las arañas, grupo en el que realizó importantes contribuciones. Fue literato, docente y naturalista, realizó varias expediciones que dejó debidamente documentadas.
Fundó con apoyo de Félix y Enrique Lynch Arribálzaga, la primera revista dedicada en exclusiva a la biología en Argentina, “El Naturalista Argentino”.
Su obra más destacada fue la creación del Jardín Zoológico de Buenos Aires donde además de su organización institucional, editó la “Revista del Jardín Zoológico”, de publicación mensual, que contó con colaboradores de gran prestigio en su época.
Publicó además numerosas obras de consulta; “La fauna y la flora”, “Botánica Elemental” y “Flora de la República Argentina” entre muchos otros.
En 1915, se retiró de la docencia, fue homenajeado desde la Sociedad Científica Argentina, con discursos de Leopoldo Lugones y de Cristóbal M. Hicken, su principal discípulo.
La Academia Argentina de Ciencias lo nombró presidente honorario; la de Medicina, académico honorario y el Museo de Historia Natural le dio el título de "protector".
Falleció en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1937.
Para su recuerdo traemos las siguientes palabras, que corresponden a una nota preliminar a su “Viajes a las sierras del Tandil y de la Tinta”, escritas en 1883 y publicadas en el libro Excursiones Bonaerenses, comentado por Juan Carlos Chebez y Bárbara Gasparri.
“Comienza a alborear en la República Argentina la era científica.
Estimables naturalistas extranjeros, algunos de ellos eminentes, han estudiado y estudian una parte de sus ricas comarcas.
Millares de especies halladas en ellas figuran en los distintos repertorios, y millares de otras esperan figurar.
Pero hay un nuevo elemento que entra en acción, y entra con confianza, porque tiene conciencia de las responsabilidades que envuelve la tarea científica: es el elemento nacional, el elemento joven, que viene a luchar con el cerebro en la misma tierra en que sus padres lucharon con la espada o con la pluma flamígera para consolidar independencia, libertad y autonomía de nación y de pueblo.
No importa el éxito. En ciencias obtiene más éxitos el que descubre más verdades o verdades de mayor importancia.”
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