El pino paraná, un símbolo amenazado

Autor: Juan Carlos Chebez

También es conocido como pino Brasil o curí en lengua tupí-guaraní y se lo ha popularizado como araucaria  debido al género al que pertenece, aunque ese nombre corresponde mejor al pehuén, un pariente austral que crece en la tierra de los araucanos. Su nombre científico Araucaria angustifolia hace referencia en el género a su pariente austral compartido por Chile y Argentina y en la especie a sus hojas angostas y punzantes. Es una conífera primitiva (algunos parientes suyos llegaron a conocer a los dinosaurios) y pertenece a la familia Araucariaceae distribuida en parches en Sudamérica con las dos especies nombradas y en Oceanía en varias islas con diversas especies como un recuerdo del antiguo y remoto continente de Gondwana formado por lo que hoy se conoce como Sudamérica, Oceanía, África y Antártida. Al separarse, alguno de estos territorios conservaron a las araucarias como testigos vivientes de un lejano parentesco.
Hoy ka selva de laurel, guatambú y pino de algunos autores y las del distrito o sector planaltense de otros es nada menos que la matriz de selva que uniformemente revestía Misiones con la incorporación en sus zonas serranas más altas de algunas especies características entre las que se destaca el pino paraná como la más descollante, asomando como gigantescos paraguas invertidos sobre el techo de la selva. A pesar de hallarse aquí en un borde de su distribución ya que la especie y este tipo vegetacional son más bien propios del Planalto del sur de Brasil que tiene en la Sierra Central de Misiones su reborde occidental.
Los pinares crecían densos y tupidos en parte de los departamentos San Pedro y General Belgrano, básicamente a la vera de las rutas nacionales 14 y 101 y contaban con manchones aislados (hoy prácticamente desaparecidos) en los departamentos Iguazú, Eldorado y posiblemente Guaraní. Como una curiosidad, esta especie que casi todos los libros dan para el sur de Brasil y Misiones en la Argentina, también estaría presente en un pequeño manchón en el Paraguay donde incluso se le dedicó una reserva: el Monumento Nacional Kuri´y, a la altura de nuestro Puerto Esperanza, pero sabemos de varias expediciones frustradas que intentaron ubicarlo sin éxito, por lo que se teme seriamente por su subsistencia.
En la fauna existen una serie de especies acompañantes como el coludito de los pinos, acróbata de las alturas donde captura insectos y que afortunadamente se adaptó también a las forestaciones de la especie. Otras especies características de los pinares nativos pero que pueden aparecer en otros tipos de selva son: el loro vinoso y el charao, expertos en abrir los piñones, la urraca azul que dispersa las semillas, el bailarín castaño, el lechuzón negruzco entre las aves y el carayá rojo y el ratón listado entre los mamíferos.
Cabe aclarar que los pinares en pleno Planalto se reproducen creciendo sobre frentes de campo, es decir se desarrollan sobre pastizales naturales, y que en cambio en la Argentina se hallan en un borde de su dispersión en activa competencia con la selva paranaense y con grandes dificultades de reproducción naturales, que combinadas con la falta de fructificación todos los años, los convierte en poblaciones relictuales que deben tratarse con sumo cuidado a modo de verdaderas reliquias.
La hipótesis es que los pinares y la vegetación planaltense avanzaron y se desarrollaron en Misiones en el pasado cuando coincidentemente con las últimas glaciaciones el panorama era bastante diferente y Misiones se parecía mucho al paisaje del norte correntino, es decir un terreno ondulado con selva en isletas y a orillas de los ríos.
Al cambiar el clima y retraerse los glaciares australes, la selva avanzó desde sus refugios y trepó el Planalto compitiendo con la vegetación primitiva que reinaba en el sector.
Si a esto sumamos la acción del hombre y que hacia comienzos de la década del ´60 el ingeniero forestal Domingo Cozzo calculó todavía en unas 210.000 hectáreas la superficie remanente de pinares nativos (mayormente en tierras fiscales), la situación comenzaba a ser preocupante. De eso, en forma fragmentada en los últimos años, pudieron rescatarse manchones en el Parque Provincial Cruce Caballero, el Parque Provincial Urugua-í (en un pequeño sector) y la Reserva Natural Estricta San Antonio, los que en conjunto no superan el millar de hectáreas.
A la luz de estos datos hay motivos para preocuparse por las formaciones naturales del pino paraná y por sus ejemplares silvestres y en ese contexto la declaración de la especie como Monumento Natural Provincial tiene su razón de ser, aunque mucho más acertado sería dar ese carácter a la formación natural que los pinos integran más que a los individuos aislados en sí. Desde ya que al impulsar esta medida se buscaba la supervivencia de la especie y que puede haber fallas en la reglamentación o la aplicación de la ley, pero nadie buscaba damnificar gente o viviendas o cualquier otro bien material por salvar individuos que ya estaban condenados de antemano por quedar en zonas urbanizadas sin funcionar dentro de sus ecosistemas. También es cierto que gran parte de los vecindarios nacidos a la sombra de los pinos son posteriores a 1960, fecha desde la cual contamos con un censo serio de la especie que hubiera permitido lucirse con una planificación territorial moderna y que en cambio hasta fecha reciente se siguió instalando gente bajo pinos centenarios que podrían haberse convertido en un atractivo ecoturístico en plazoletas y con señalización adecuada a modo de monumentos naturales municipales.
San Pedro debería estar orgullosa de sus pinares y consciente de ser la única cabecera departamental que quedó en el corazón del Corredor Verde, y debería hacer lo imposible, limitando al mínimo el número de los ejemplares a apear (los que se hallen muertos o enfermos según lo determine personal competente) y relocalizando los barrios o viviendas que se hallen a la sombra de estos gigantes. También debería dar un trato preferencial al Parque Provincial de la Araucaria, relocalizando los vecinos inmediatos al área, eliminando los basurales que hoy lo caracterizan y las sendas vecinales que lo atravesaron (que podría reciclarse para su uso turístico). El área aunque empobrecida, si la comparamos con Cruce Caballero, aún alberga especies interesantes como el coludito de los pinos, el lechuzón negruzco, es dormidero del amenazado loro vinoso y de allí provienen los últimos registros argentinos de otro curioso loro de cara roja: el charao. El decir el área sigue funcionando a pesar de su carácter periurbano y ya es visitada por observadores de aves de todo el país y del extranjero.
Por todo ello San Pedro debería enorgullecerse de este símbolo vegetal, que es allí donde mejor puede apreciarse en la Argentina y recordar que si bien por sus valores para forestación como especie se lo cultiva y se lo planta, es en la zona alta de Misiones donde se la puede ver en su verdadero terruño en todo su esplendor.
Triste será la hora que con la caída del último pino nativo esta vieja localidad misionera, se iguale a las restantes renunciando a su verdadera esencia.
Publicado en el Diario El Territorio (Posadas, Misiones) el 11 de septiembre de 2000.



01 de Diciembre de 2009

Comentarios



  1. #1   Gabriel dijo: 16.08.2011 - 10:33hs quiero las caracteristicas del pino parana

  2. #2   fatima dijo: 11.06.2012 - 19:20hs quiero las caracteristicas del pino parana

  3. #3   mariana dijo: 02.11.2015 - 12:19hs Necesito conocer donde esta ubicado la superficie que abarca y si es monumento natural



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