Compensación ambiental

Autor: Juan Carlos Chebez

Cuando nos tocó analizar los problemas o causas de extinción de las especies pusimos especial énfasis en las obras de grave impacto como una modalidad de transformación violenta y repentina de ambientes hasta entonces agrestes o libres de grandes interferencias humanas.

Desde que militamos como conservacionistas nos tocó lidiar con proyectos hidroeléctricos principalmente, pero también con rutas, puentes, proyectos de colonización y podríamos sumar aunque no nos dedicamos personalmente a ello, los emprendimientos petrolíferos y mineros que en conjunto hoy cubren grandes superficies.

En una escala menor se podrían incluir barrios cerrados o countries que de pronto se han instalado en ambientes periféricos a centros urbanos que si bien no podían considerarse prístinos, funcionaban de hecho por ser bañados o bajos, abarcar laderas serranas o fragmentos de bosques, en sitios de gran importancia como reservas urbanas o periurbanas de gran interés turístico y educativo.

Desde ya que no se trata de discutir en esta nota la pertinencia o no de cada una de esas obras que en la mayoría de los casos incluyeron evaluaciones de impacto ambiental que al principio nos ilusionamos pensando que serían gravitantes para decidir o no la realización o no de estas obras y no un mero trámite burocrático o requisito administrativo previa a su desarrollo.Es decir, en su origen la evaluación de impacto ambiental bien efectuada con relevamientos a campo y un minucioso análisis por parte de expertos y profesionales reconocidos, debían poner en una balanza los efectos positivos de un lado y los negativos del otro y teniendo en cuenta su peso relativo desaconsejar la obra, si los impactos negativos eran mayores que los beneficios, o bien por el contrario, permitirla, pero siempre con medidas que atenuaran los aspectos negativos del proyecto.

Así se empezó a hablar de mitigación ambiental y en el comienzo, de compensación ambiental.Estos términos si bien ameritan una discusión académica, a nuestro juicio deberían ser el aspecto más sobresaliente de estas evaluaciones y para sorpresa nuestra en muchos casos aparecen desdibujados o minimizados y muy rara vez cumplidos.Si bien el daño de una obra a un ambiente frágil, por ejemplo a una población de una especie amenazada o un relicto de una especie aislada, o un centro de endemismos donde convergen especies únicas en el mundo, es difícil de compensar y siempre causará algún daño si se parte del supuesto que por una superficie transformada debía o debería establecerse una superficie, de mínima igual, o idealmente mayor, que incluya el mismo tipo de ambiente, se estará tomando una medida cautelar que de haberse conocido y exigido a tiempo tendrían que haber multiplicado de hecho el actual sistema de reservas naturales de la Argentina. Entre los ejemplos positivos, la provincia de Misiones muestra un par de acciones dignas de ser usadas de referencia como es el caso del Urugua-í y de Campo San Juan.

El primero es el arroyo interior más importante de la provincia y presentaba un salto cerca de su desembocadura en el Paraná, que alguna vez generó la idea de represarlo utilizándolo como fuente hidroeléctrica. Si bien hubo una gran oposición por parte del ambientalismo local y nacional a la construcción de la presa, el hecho de que Misiones tuviera un serio déficit eléctrico y no formara parte del Sistema Interconectado Nacional se combinaron para que la presa se hiciera, consiguiendo que la empresa constructora que era una dependencia estatal (EMSA), en primer término financiara tres campañas de relevamiento de un mes de duración cada una a más de 30 especialistas de Parques Nacionales, el Museo Argentino de Ciencias Naturales (que había trabajado durante 10 años ininterrumpidamente en el área) y del flamante Ministerio de Ecología provincial cubriendo en cada una un sector diferente de la cuenca, así se concluyó en una evaluación de impacto (sui generis) que permitió conocer en detalle lo que se perdería pero a la vez, detectó una importante extensión de terrenos fiscales que podían convertirse, de hacerse la obra, en una "reserva natural compensatoria".

Finalmente la obra se concretó inundando unas 8.500 ha de la baja cuenca pero preservando, previo al llenado, como Parque Provincial una superficie continua de 84.000 ha conectadas con el Parque Nacional Iguazú, que es el actual Parque Provincial Urugua-í. Además con los años se declaró a todo el lago y su periferia, Paisaje Protegido Provincial y al remanente de la isla Palacio, Monumento Natural Provincial.Esta medida, más allá de garantizar la protección de una importante muestra de selva y sus especies, era totalmente lógica dado que permitía proteger buena parte de la cuenca media y superior del arroyo, garantizando su funcionamiento y el normal abastecimiento hídrico de la presa. Años después, usando este antecedente, el Ministerio de Ecología de Misiones solicitó a la EBY (Entidad Binacional Yacyretá) la compra de dos terrenos para que actuaran como reservas compensatorias de esa gigantesca presa en Misiones. Se trataba de la ampliación del Parque Provincial Teyú Cuaré, que hasta la fecha tristemente no se concretó, y de la adquisición del Campo San Juan, con unas 5.000 ha de superficie con destino a Parque Provincial.

La compra fue efectuada y se espera el pronto traspaso del área a la esfera provincial para que cumpla con ese fin.Pero es interesante de destacar el hecho que una provincia consiga que un ente binacional adquiera un predio con fines conservacionistas.Surge entonces la pregunta: ¿Por qué Salto Grande, El Chocón, y tantas represas y emprendimientos mineros o la misma y tan discutida planta celulósica de Fray Bentos no tienen todavía sus reservas compensatorias? En muchos de estos casos, nos consta que las evaluaciones pertinentes las sugirieron pero el hecho más grave es que nadie asume el reclamo ante las autoridades pertinentes por lo que deducimos que hay una enorme ignorancia de la existencia de esta herramienta de la que ya contamos con jurisprudencia propia en el país para utilizarla cuando estas obras se transforman en hechos consumados.

Desde ya como ambientalista reconozco el deber de los ciudadanos de manifestarse o alertar contra estos proyectos cuando se encuentren en su etapa de planificación y análisis de viabilidad pero la lisa y llana oposición o el combate activista con las obras en construcción o terminadas, no solo no da resultado y desanima sino que nos hace perder un tiempo precioso para detectar estos terrenos, gestionar su creación y equiparlos y planificarlos adecuadamente. Ni siquiera los asesores de los gobiernos provinciales severamente cuestionados por estas medidas están al tanto de esta herramienta que teniendo en cuenta los costos de las obras y explotaciones, serían plenamente viables.Desde ya que las mitigaciones ambientales no se agotan en la declaración de reservas, que muchas veces no pueden reparar el impacto negativo causado por el proyecto, ejemplo de esto son la pérdida irreparable de los saltos de Apipé en el río Paraná y del salto Grande en el río Uruguay que tenían condiciones biológicas muy peculiares con especies que irremediablemente desaparecieron y que no habría reserva adónde trasladarlas por la singularidad del ambiente que poblaban.

Además ¿quién puede medir el valor del paisaje perdido para siempre? Pero igualmente intentando ver la mitad llena del vaso, nada de esto debe paralizarnos sino comprometernos a exigir las medidas. Decíamos que no se agotaba en las reservas el tema y sabemos de otras recomendaciones como el trasplante de especies raras de la flora, la formación de bancos de semillas, de centros de recría de fauna para las especies amenazadas, los operativos rescate de fauna, atenuación de impactos con rediseños, construcción de defensas que eviten la fuga de suelo, etc., pero hay una tendencia clara a poner el foco en este tipo de medidas, a mi juicio complementarias, dejando para después (o para nunca) la discusión de fondo sobre quién paga las expropiaciones necesarias para crear una reserva natural, o el equipamiento permanente de las mismas.

Así podríamos dar un largo listado de compensaciones posibles para muchos emprendimientos, incluso en sitios inhóspitos, donde muchos creen que no hay nada o que no se sabe nada. Las listas de áreas de interés conservacionista ya están disponibles en el manual de las AICAs (Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves), las Áreas Valiosas de Pastizal, los Sitios Hemisféricos de Aves Playeras y las que listamos, al final de cada provincia, en nuestra Guía de las Reservas Naturales de la Argentina.

Solo queda consultarlas, ver qué proyecto próximo se está planificando o llevando a cabo y reclamar este paliativo. Por eso cuando muchos viendo las represas construidas o las rutas asfaltadas atravesando áreas protegidas o los emprendimientos mineros en plena marcha, y las chimeneas humeando piensen que está todo perdido....sepamos que aún hay un paso más para dar y como el viejo Almafuerte recitemos: "No te des por vencido,/ni aún vencido/no te des por esclavo/ni aún esclavo/ trémulo de pavor/ piénsate bravo/ y arremete feroz/ ya mal herido."



30 de Marzo de 2010

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