El drama del Pilcomayo

Autor: Elio Daniel Rodríguez

Un drama ambiental y humano de dimensiones difíciles de calcular, si no se tiene conocimiento de la dinámica ambiental y de la forma de vida de las personas que habitan la región, está teniendo lugar en el sector noreste de nuestra provincia de Salta, allí donde cientos de aborígenes sobreviven principalmente dedicados a las actividades de pesca que durante centenares de años han contribuido a satisfacer sus principales necesidades alimenticias.

En un sector que atraviesa parte de Argentina en Formosa el río Pilcomayo se ha secado, y esto ha ocasionado la muerte de miles de peces (algunos calculan en 50 mil el número de peces muertos) y otros animales que dependen de sus aguas. Medios de comunicación nacionales incluso han indicado que allí sólo pasa agua hacia territorio paraguayo (diario Clarín 30 de mayo de 2011), lo que además de implicar la muerte de miles y miles de criaturas salvajes, conlleva un riesgo muy serio, real y concreto, para comunidades humanas que históricamente han encontrado en este curso de agua el alimento que necesitan.

Es por todos conocido que la marcada horizontalidad que manifiesta la región del Gran Chaco, donde se produce esta problemática, se traduce en importantes modificaciones naturales de los cursos de los ríos, pero por los antecedentes con que se cuenta, y de acuerdo a lo que indican los mismos damnificados por la presente situación, han sido las decisiones de los hombres y no la sabia Naturaleza la que ha provocado el cuadro imperante, y que no sólo afecta gravemente a ciudadanos argentinos.

En medios de Tarija, se ha puesto de manifiesto lo tenso de la situación originada y se menciona que “el proyecto Pantalón, fruto de un acuerdo binacional entre Argentina y Paraguay esta atentando” contra la vida de las comunidades indígenas allí establecidas (El País - Diario Grande de Tarija, 23 de mayo de 2011).

Como se indica en el libro “Los wichí del chaco salteño ayer y hoy – Alimentación y nutrición”, de Graciela Torres, Mirta Santoni y Liliana Romero, publicado en 2007, para los habitantes wichí que viven en las riberas del río “la pesca es la actividad comercial y de subsistencia más importante” y constituye “una fuente de ingresos durante casi ocho meses al año”. En el mismo trabajo se establece que el inicio de la temporada de pesca comercial, “coincide con el pico de demanda de Semana Santa, practicándose desde marzo hasta octubre”, lo que equivale entonces a decir que esta crisis golpea a las comunidades aborígenes en tiempos en donde deberían estar dedicadas especialmente a estas prácticas de pesca, y ajenas al terrible drama que ahora están enfrentando, porque por las circunstancias presentes los peces no pueden remontar el rio y no llegan a la zona en la que viven las comunidades aborigenes de Salta e incluso Bolivia.

Las especies que básicamente son utilizadas para consumo por estas comunidades son principalmente el sábalo, la boga y el bagre, aunque los más estimados por su precio y sabor son el dorado, el surubí y el pacú; animales que en descorazonadora imagen ahora se ven todos mezclados, muertos, flotando en las aguas someras de un río que desaparece o semienterrados en el barro, ya putrefactos, en el lecho seco del Pilcomayo, en los videos y fotografías que recorren la red Internet.

Quien haya tenido la experiencia de presenciar el modo de pesca artesanal de los wichí en el Pilcomayo seguramente habrá guardado el recuerdo para siempre. Esta es una actividad de carácter generalmente colectivo, organizada, realizada por pescadores que usan redes denominadas “redes tijera”, que están confeccionadas con fibras de chaguar enmarcadas por varillas por lo general de tala, y con las que van extrayendo de las aguas el tesoro de sus peces, representantes de una biodiversidad que una decisión equivocada - o problemas de instrumentación de ciertos proyectos - ni siquiera duda en diezmar.

De todas maneras, cabe acotar en torno a esta cuestión que los recursos pesqueros del río Pilcomayo han sufrido en los últimos tiempos un amplio retroceso, debido principalmente a dos causas sobre las que oportunamente habrá que comenzar a desarrollar un trabajo esforzado y conciente en los tiempos por venir. Por un lado se encuentra la sedimentación del cauce “debido a la erosión de las cabeceras de cuenca por sobrepastoreo y la denudación del suelo por igual motivo”, y por otro lado la pesca excesiva, porque, salvo excepciones, los pescadores “no devuelven al río las piezas pequeñas”, ya que si no alcanzan tamaño comercial las usan para autoconsumo. (Torres, G. op. cit.) Es decir que a la situación de deterioro que desde hacía ya tiempo venia evidenciando la fauna ictícola del río Pilcomayo ahora se le suma el grave cuadro más arriba descrito.

Es por ello que solicito por este medio al Sr. Gobernador de la Provincia, Dr. Juan Manuel Urtubey, a sus ministros, y a nuestros legisladores provinciales y nacionales, que desarrollen todas las acciones necesarias para superar esta situación y lograr que, por el bien de nuestros ecosistemas y el de las personas que sobreviven gracias a ellos, se corrijan las tareas que pudieran haber ocasionado el presente cuadro, y para que no se realicen más obras que vayan en desmedro de la conservación de nuestro propio medio ambiente y del bienestar de sus habitantes.
Elio Daniel Rodríguez – periodista, naturalista, conservacionista.
E-mail: eldarodoc@yahoo.com.ar



01 de Junio de 2011

Comentarios



Copyright © Los que se van 2009-2024. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización del autor.
E-mail: info@losquesevan.com