Si hay un ave esquiva y huidiza, a tal punto que resulta muy difícil poder fotografiarla, ese título corresponde al personaje que ilustra la foto. La ciencia lo bautizó como Pseudocolopteryx dinellianus, pero nosotros lo llamamos, simplemente, Doradito Pardo.
La Laguna Mar Chiquita, espejo de agua salobre ubicado en el noreste cordobés que se nutre del cauce de varios ríos importantes, como el Dulce y el Xanaes, por nombrar sólo dos, fue el lugar que me dio el privilegio de poder retratar a este habitante de aquel paraje inundado de plumas, cantos y atardeceres dorados, de esos que enaltecen la vida misma.
El arbustal ribereño fue al mismo tiempo mi testigo y refugio, escondite perfecto para esperar pacientemente su regreso, luego de observar su salida de entre la mata, seguramente en busca de alimento.
Lamentablemente no contamos con mucha información sobre esta especie: sabemos que anida a baja altura en arbustales ribereños de ríos, arroyos y lagunas, y que elabora su nido con fibras vegetales y plumas. La cantidad de huevos varía entre dos y tres, según la mayoría de los registros. Son ovoides y de coloración cremosa.
El estatus de conservación del Doradito Pardo es bastante incierto en nuestro país, y sus posibilidades de supervivencia dependerán seguramente del futuro de los ambientes palustres y bañados del norte y centro argentino, que representan su zona de distribución, principalmente a lo largo del río Dulce o Salí.
Mientras tanto, considero que los fotógrafos de naturaleza podemos constituir una parte fundamental en el conocimiento de la especie, aportando imágenes y registros que pueden resultar de gran valor en el conocimiento de su conducta, distribución y biología.
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