Chancani: pasado, presente y ...¿futuro?


Creada en 1986, y a pesar de su reducida extensión, esta Reserva, ubicada en el extremo noroeste provincial (colindante con los llanos riojanos) es un importante reservorio de especies nativas que  carece actualmente de un adecuado mantenimiento y protección.  La Reserva Forestal Natural Chancaní se encuentra en el departamento de Pocho, al oeste de la localidad de Las Palmas, siguiendo la ruta provincial número 28 que luego del denominado "camino de los túneles" desciende abruptamente a través de un camino secundario mediante el cual se accede a la misma. Es la única reserva que alberga porciones del denominado bosque serrano (en franca declinación en nuestra provincia) y del bosque chaqueño de llanura (sobre todo en la zona este y noreste de la reserva), junto a una amplia transición o ecotono entre ambos ecosistemas.

Sus riquezas naturales  Es amplia y diversa la biodiversidad que alberga Chancaní.  Su vegetación se corresponde con el denominado bosque serrano (en las partes elevadas y montañosas de la ladera occidental de  las sierras de Guasapampa) y el bosque chaqueño de llanura en las zonas más bajas.

Estudios realizados han registrado la presencia, en esta área protegida, de 291 especies vegetales. De ese total, apenas 5 son exóticas (la presencia de especies exóticas puede desencadenar procesos invasivos que invariablemente producen un impacto en el ecosistema, tema no muy tenido en cuenta en la agenda ambiental provincial).  Cabe resaltar, además, que se han contabilizado al menos 41 especies endémicas (exclusivas de Argentina y o del centro de nuestro país). Como se dijo anteriormente, distintos sectores de la reserva muestran un bosque de llanura muy bien conservado, con árboles en distintos doseles, arbustos, hierbas, epífitas y enredaderas. Ambientes que necesitan muchas décadas sin disturbios para presentar el aspecto y estructura comentados; paisajes que ya son casi un recuerdo en Córdoba.  

Una simple recorrida de dos días permite observar o escuchar (y fotografíar) alrededor de 150 especies de aves, siendo  típicas de la zona el halconcito gris (Spiziapteryx circumcinctus), la chuña patas negras (Chunga burmeisteri), la reinamora (Cyanocompsa brissonii), carpintero del cardón (Melanerpes cactorum), piojito común (Serpophaga subcristata), piojito trinador (Serpophaga griseicapilla), tangará común (Euphonia chlorotica) y el hornerito copetón (Furnarius cristatus), entre otros, más los registros actuales aportados por los guardaparques que confirman la presencia del loro hablador (Amazona aestiva), escaso en esta parte  de la geografía, el  carpintero negro (Dryocopus schulzi) y el carpintero lomo blanco (Campephilus leucopogon), éstos últimos escasos y asociados a los ya casi inexistentes sitios boscosos donde nidifican y obtienen alimento.

Entre los reptiles, cómo no mencionar a la boa de las vizcacheras o lampalagua (Boa constrictor occidentalis), con ejemplares de hasta 3 metros de longitud presentes en la reserva, los lagartos overo y colorado (Tupinambis merianae [i]y T. rufescens[/i]), llamados "iguanas", y las diferentes especies de chelcos y lagartijas que habitan esta porción de bosque chaqueño. Aunque sin dudas son los mamíferos los animales más populares de esta región, entre los cuales destacan el zorro de monte (Cerdocyon thous), el zorro gris (Lycalopex gymnocercus) y el zorrino común (Conepatus chinga), cuya observación es frecuente dentro de la reserva, y otras especies en marcada disminución en la provincia tales como el pecarí de collar o "chancho del monte" (Pecari tajacu), la corzuela parda (Mazama gouazoupira), el mataco bola (Tolypeutes matacus) y el gato montés (Oncifelis geoffroyi), entre otros.

Otras maravillas, menos conocidas  Comentar sobre "bichos pequeños y con muchas patas" es, sin dudarlo, ingresar a un mundo del cual apenas se conoce una ínfima parte. Ya hace décadas, un investigador comentaba que "la fauna de invertebrados de la provincia es tan rica que resulta imposible pretender dar una pálida idea de ella… aún no está bien conocida y es necesario  el esfuerzo de varias generaciones de entomólogos para completar su determinación"; y el tiempo le ha dado la razón.

Muchos grupos de insectos son decididamente muy poco conocidos. Las razones de este conocimiento tan "parcial" tienen que ver con diversos factores, y escapan a los objetivos de esta nota, pero lo cierto es que cada vez hay menos científicos, biólogos o naturalistas dedicados al estudio de los insectos.

Destino o casualidad, podemos dar un esbozo del grupo que en lo personal más nos interesa, y del cual nos ocupamos (y  fascinamos) desde hace tiempo: los lepidópteros, y más concretamente, las mariposas diurnas. Abundan en la reserva las pequeñas y zigzagueantes mariposillas de la familia de los licénidos (entre ellas una nueva y reciente cita para nuestra provincia), y si hacemos mención a cantidad de individuos por especie más que a su diversidad, varios hespéridos tales como la emparchada (Chiomara asychis autander), diferentes variedades de las mariposas llamadas "ajedrezadas" por su  patrón de coloración (principalmente Pyrgus orcynoides  y Heliopyrgus americanus), y miembros de la familia de los ninfálidos, entre ellos la mariposa pavo real (Junonia genoveva hilaris),  Phystis simois variegata y la popular "picuda" (Libytheana carinenta), inconfundible por el gran desarrollo de sus palpos labiales.

En diversas expediciones a la reserva,  se ha podido registrar la presencia de numerosas especies de mariposas diurnas, y, a no dudarlo, nuevos relevamientos arrojarán una cifra mayor (las especies  poco entienden de límites geográficos impuestos por el hombre, y en áreas chaqueñas y de monte de la provincia de la Rioja, similares, existen  citas de varias especies  endémicas que posiblemente vuelen también en territorio cordobés).  Ligadas a su entorno e interrelacionadas con la vegetación, su abundancia y permanencia dependen de muchos factores.    Conservación y desarrollo  Está claro que con el simple hecho de declarar la creación de un área protegida, no alcanza. Y ese es el problema, pues como muchas otras áreas protegidas, Chancaní es actualmente una reserva sólo en los papeles, carente de un plan de gestión que sirva a los efectos para los cuales ha sido creada. Una isla (muy pequeña) en medio de soja y otros cultivos, cuya fragilidad demanda de una atención mayor y de acciones concretas para su conservación.

Cazadores furtivos que ingresan a la reserva (sus presas predilectas son el chancho del monte y la corzuela parda), la presencia de tramperos para pájaros y de ganado bovino y equino deambulando por las picadas, son problemas serios que requieren una solución urgente. A esto se suman cercos perimetrales caídos (desde hace años en el sector sur, a pesar de los pedidos de recursos por parte de los guardaparques), cartelería abandonada y un centro de interpretación con años de desuso y una desactualización alarmante, ejemplos concretos de lo mucho que hay por hacer en Chancaní.  Caminos y picadas con huellas, bosteo y marcas de ganado recorriendo la reserva (como una norma, no como una excepción)  deben su explicación, en parte, a la falta de pasturas en áreas colindantes,  y la necesidad "del lugareño", de dar alimento a su ganado. 

Parece una disyuntiva: ¿conservación del ambiente o beneficio económico?  ¿Por qué no hay pasturas suficientes en  los campos privados  colindantes con la reserva?  ¿Es lícito preservar lo poco que queda  de ambientes boscosos a costa de mayor pobreza e inequidad de los pobladores locales?  ¿Cómo puede sostenerse y perdurar una reserva sin el apoyo de diversos sectores, locales y políticos?  Lo que pocos ven, acaso, es que sería insustentable permitir la degradación de la reserva, ya que en el corto o mediano plazo, quedaría ésta en similares condiciones (falta de pasturas y renovales, erosión)  que las áreas colindantes, con lo cual la ganancia de hoy se transformaría en pérdida a futuro. Deberíamos preguntarnos qué valor (económico, espiritual, ecológico) le damos a un ambiente bien conservado, y a sus especies asociadas. Simplemente por citar un ejemplo, ¿qué valor le podemos asignar a la presencia de las últimas poblaciones del loro hablador en nuestra provincia?.... en última instancia: ¿para qué conservar?  Una verdad inapelable es que poco se puede conservar sin educación. Tal vez deba plantearse un desarrollo más "amigable" con el entorno, y promover justamente la valoración de los recursos y un turismo  ecológico que beneficie a los pobladores locales. La problemática del trampeo y  la caza no debería ser un factor de preocupación debido a la profusa legislación vigente, que prohíbe tales actividades.Sin embargo, la falta de apego al cumplimiento de las leyes, un mal muy argentino,convierte a estas prácticas ilegales en  serios problemas en la región, lo que también sucede en otras áreas naturales protegidas de la provincia.

Tal vez el correcto funcionamiento del centro de interpretación de la reserva, y su necesaria remodelación y puesta en marcha, sean un puntapié para que los sectores locales y el turismo puedan capitalizar mejor las maravillas que (todavía) alberga la reserva.

Algunas conclusiones  Entramos pues, en un círculo vicioso en donde la pobreza y la falta de educación promueven el desinterés y la apatía de gran parte de la población en cuestiones ambientales. El sector político y gobernante, favorecido por esta falta de "presión popular" (y al parecer de lineamientos o criterios de base) continúa con su política ambiental austera, prácticamente limitada a lo básico. La relación economía-ambiente,  a nuestro entender, dista de ser inclusiva y sustentable. Ante esta falta de gestión el incremento de la pobreza y el deterioro de los ecosistemas se acrecientan de forma lineal, con beneficios económicos para una minoría y un elevadísimo costo ambiental para todos. Pensar en un desarrollo sustentable implica hoy considerar en qué consistirá nuestro legado a las generaciones futuras, y de qué manera lo haremos posible. Parafraseando a Alfredo Zitarrosa: "estamos construyendo la casa de nuestros hijos"…  El ordenamiento territorial, a nivel provincial, y la protección de los remanentes boscosos (y áreas que a futuro pueden transformarse en bosques) debería ser el pilar en la actual gestión ambiental.

Sin embargo, como resulta evidente, no lo es. Ello requiere generar cuatro tipos de  riquezas: la humana, compuesta por las personas, las relaciones sociales y la cultura.; la natural, relacionada con el ecosistema y el medio ambiente; la material, formada por las infraestructuras edilicias, vías de comunicación y transporte.; y por último, la economía como eslabón de impulso de las regiones, basada en la utilización sustentable de los recursos, la generación genuina de los ingresos y su reparto equitativo.  Creemos que los sectores políticos y gobernantes tienen la  posibilidad única e histórica (aunque más que una posibilidad, es una obligación) de promover y generar cambios palpables, que contemplen un desarrollo económico basado en la conservación de nuestra naturaleza, sin  intereses mezquinos y  con vista al bien común.  

Contacto con los autores: volkmann2009@hotmail.com volkmann@digitalcoop.com.ar fficetti@hotmail.com



02 de Junio de 2010

Comentarios



Copyright © Los que se van 2009-2024. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización del autor.
E-mail: info@losquesevan.com