Cuando en 1977 nos acercamos con nuestro grupo juvenil ambientalista al que habíamos bautizado ACNA, a la vieja sede de la Asociación Ornitológica del Plata, pudimos conocer con el paso de las semanas a un sinfín de personajes que nos marcarían para siempre, confirmando y enfocando nuestra vocación naturalista y conservacionista.
Uno de los primeros fue el verdadero culpable de que buscáramos esa entidad y que quisiéramos conocerla ya que la nombraba en su libro: “Entre hombres y pájaros: andanzas de un naturalista”. Nos referimos a Tito Narosky con quien trabaríamos desde entonces una entrañable relación y quien nos convirtió casi sin quererlo, ni pensarlo demasiado, en un curioso de nuestras aves.
Admirado Tito de la aparición de un grupo juvenil de adolescentes conservacionistas, nos invitó inmediatamente a conocer su lugar de trabajo, el mítico: “Palacio del Aluminio”, el comercio fundado en Lanús por su padre y que en su parte delantera cumplía sus funciones específicas y en el fondo y en el fondo actuaba de estudio donde se apilaban libros, carpetas con observaciones de campo, dibujos, recuerdos de viajes, una colección de huevos, etc.
Adelino Narosky
Así tuvimos ocasión de conocer a su familia paterna y al personaje que hoy nos deja con la tristeza de la partida, pero la enorme alegría de haberlo conocido y disfrutado tantos años. Nos referimos a Adelino Narosky, un hombre de vasta cultura, interesado en todo, curioso por naturaleza, con un refinado sentido del humor, viajero infatigable y que desde el momento de conocernos, se transformó en el más ferviente impulsor de nuestro futuro como conservacionistas.
Enseguida entendimos el por qué, ya que era socio no solo de la Ornitológica sino también de la Asociación Natura, y un convencido conservacionista, título que por entonces solo podían mostrar unas pocas decenas de argentinos. Por eso no es casual la mención que recientemente hiciéramos del aporte de Adelino en la década de los 70 y los 80 a través de sus famosas “cartas” en los diarios principales del país. Cada una de ellas, escrita en un estilo claro y contundente era un pedido o una denuncia para que las autoridades y la población en general se despertaran a la naciente conciencia ambiental o “ecológica”, como se la había dado en llamar. Una de ellas fue muy famosa pues generó el interés del mismísimo presidente de la Nación, nada menos que Juan Perón, preocupado por una denuncia de una matanza de lobos marinos en las costas de Chubut y que terminó en una ley de protección de la fauna marina costera.
Sus amigos
Su amistad con artistas de todo tipo y convencidos proteccionistas como el escritor catamarqueño Luis Franco o el herpetólogo Marcos Freiberg, lo mostraban como alguien que hacía culto de la amistad, evidenciada en el intercambio de largas cartas, y la llegada de jóvenes que prometían seguir el camino, lo puso realmente eufórico. Tuvimos la suerte de ser destinatarios de sus consejos, su constante impulso para no amargarnos por la dureza del camino elegido, lo tuvimos como aliado para convencer a nuestras familias que no entendían acabadamente nuestra vocación y con quienes se ocupó de hablar personalmente para que todo se facilitara.
Desde ya que con Tito los caminos se cruzaban más frecuentemente como infaltables en las clásicas reuniones de los viernes de la Ornitológica, pero en las visitas a Lanús, o a su casa en Adrogué donde disfrutamos de sus recuerdos, su “egoteca” (un espacio donde guardaba las cosas más insólitas y entrañables), o el diálogo en cada llamada telefónica nos dejaba también espacio para la broma, el consejo, o la invitación de Adelino.
Es difícil separar su tarea de todo lo mucho que nos regaló por peso y mérito propio nuestro querido Tito, pero sabemos que él no se enojará si confesamos que al menos en mi caso, nos costaba separarlos pues además de compartir el ámbito laboral, pocas veces nos tocó en la vida ver dos hermanos tan consustanciados con un ideario y realmente hay actividades que nunca me quedó muy claro quién de los dos las pergenió. Una de ellas eran unas mesas redondas de ecología que repetimos en varios municipios de la zona sur del conurbano y que consistían en comentarios de diferentes oradores que podían ser figuras reconocidas como el ya nombrado Freiberg, José María Gallardo, Enrique Monaglio, y otros ambientalistas y naturalistas o bien otros jóvenes conservacionistas.
Sospechamos que el organizador logístico debería ser Adelino y Tito el encargado de manejar con su gran maestría, la mesa redonda y el debate consecuente. También sabemos lo mucho que Adelino se adentró en la pasión ornitológica de su hermano compartiendo viajes con él a los lugares más diversos y ayudándolo primero con la trascripción de sus notas de las libretas a las carpetas y más tarde, en múltiples cuestiones ligadas a la edición de sus guías.
Adelino era un puntal fenomenal para una obra que revolucionaría y masificaría el reencuentro de los argentinos con sus aves, y a través de ellas con la naturaleza. Lo meritorio es que todo esto lo hizo a la par que escribía aforismos que tranquilamente podían atribuibles a su otro famoso hermano, el escritor José Narosky, o coleccionando frases célebres y todo esto nos lo regalaba en cada carta.
Con los años eligió el camino de la sonrisa, del buen humor permanente. A pesar de nuestra juventud nuestro seño se fruncía, pero Adelino aparecía en el teléfono o en las visitas a Tito con algún juego de palabras o algún cuento humorístico y hasta se dio el gusto de escribir en este género sus propios libros que por lo singulares merecerían estar en un catálogo de rarezas bibliográficas.
Sus obras
Su “Mi Anti-diccionario maldito”, “Bric a Brac” o “Tergiverseando cuentos” son algunos de los títulos que recordamos. Justo es también recordar a su compañera de la vida, Rosita, artista consumada y dueña de la sensibilidad necesaria para acompañar y comprender a una figura tan especial.
Me dicen que últimamente hablaba menos y que ya no era aquel que había conocido, tratado y disfrutado. Puede que sea así, pero para nosotros será el otro Narosky que sin meditarlo nos empujó a esta pasión y torrente de conservar la naturaleza, demostrándonos que esta tarea no es privativa de expertos o entendidos, sino de todo argentino curioso e informado.
El pasado 14 de agosto falleció el reconocido conservacionista Adelino Narosky a los 93 años de edad. Era hermano del naturalista Tito Narosky y el escribano y escritor José Narosky.
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Comentarios
#1 Cristian Willemoës dijo: 09.11.2019 - 17:50hs Solo quería pedirle a quien pueda facilitarme la dirección de mail de Tito Narosky quien fuera amigo de mi padre y tengo recuerdos de sus visitas a casa con sus colecciones de huevos de aves hace ya unos 40 años. Recuerdo que citó a mi padre en su libro "Entre hombres y pájaros" en la pag. 190. Me gustaría enviarle unas líneas pero no puedo encontrar su mail. Si pueden facilitarlo, mi mail es cristain.w@conicet.gov.ar, muchas gracias.
#2 Norberto Oscar Candaosa dijo: 22.07.2020 - 10:15hs Tuve oportunidad de conversar con él sobre la posibilidad de que el Mariscal Tito hubiese vivido en Argentina. Decía que Josip Broz había sido ferroviario en Llavallol.