Palabras de antaño: Fray Reginaldo de Lizárraga

Autor: José Athor

El padre fray Reginaldo de Lizárraga (nombre dado por su Maestro, ya que su verdadero nombre era Baltasar de Obando), nació en 1545-no está claro si en Lima o en España- fue visitador de los conventos dominicos en el Perú, llegó a Santiago del Estero, al finalizar el siglo XVI.
Ya hemos dicho que las crónicas de viajeros en muchos casos son la única fuente de donde proveernos de datos que nos ayuden a comprender como fueron determinadas zonas, sus paisajes, naturaleza, pobladores nativos, etc.

Este es el caso del fray Reginaldo de Lizárraga, quién por sus quehaceres religiosos tuvo oportunidad de viajar por gran parte de la naciente América del Sur, dejando testimonio en el libro: Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile. Siendo que en aquellos tiempos estas regiones formaban un solo territorio, cuyo centro era Lima.

Esta obra tiene dos partes. La primera es más bien sobre el Perú, Bolivia y Ecuador actuales y la siguiente (Libro Segundo), del Tucumán, Río de La Plata y Chile.

Los traslados en esa época se hacían en carreta, lomo de mula o a pie, lo que les permitía compenetrarse con el paisaje que transitaban, de este modo con relato ameno no sin errores propios de la falta de preparación y conocimientos científicos, nos deja interesantísimos pasajes con referencias a la fauna y flora que encontraba a su paso, el siguiente pasaje pertenece al segundo libro, visto al ir hacia Córdoba, donde nos entrega esta vivencia de algo de la fauna de la época y lugar:

“…En toda esta tierra y llanuras hay cantidad de avestruces; son pardos y grandes, a cuya causa no vuelan, pero a vuelapié, con una ala, corren ligerísimamente; con todo eso los cazan con galgos… Cuando el galgo viene cerca, levanta el ala que llevaba caída, y dejan caer la levantada; viran como carabela a la bolina a otro bordo, dejando el galgo burlado. Hay también liebres, mayores que las nuestras; son pardas, no corren mucho. Es providencia de Dios ver los nidos de los pájaros en los árboles; cuélganlos de una rama más o menos gruesa, como es el pájaro mayor o menor, y en contorno del nido engieren muchas espinas; no parecen sino erizos, y un agujero a una parte por donde el pájaro entra o a dormir o a sus huevos, y esto con el instinto natural que les dio naturaleza para librarse a sí y a sus hijuelos de las culebras.”

Falleció en Asunción del Paraguay en 1615, fue reconocido como escritor y orador.



18 de Septiembre de 2011

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