Comentarios sobre el libro Mamíferos terrestres Patagonia, sur de Argentina y Chile


A modo de síntesis, mis impresiones sobre el libro Mamíferos Terrestres-Patagonia, sur de Argentina y Chile, de Juan Carlos Chebez, Ulyses Pardiñas y Pablo Teta, con fotografías de Darío Podestá, son las que siguen, en orden de aparición: uy, eh?, ahhh, ohhh, epa!, wow, puf, ay ay ay, opsss, …ok. En las páginas que siguen emprenderé la elucidación de estas irreverentes interjecciones y onomatopeyas.

1. Uy!: Fue la reacción cuando entré a las Jornadas de Mastozoología de Esquel, acompañando a mi amigo Fernando Fernandez al salón donde daría su conferencia de cierre y vi el libro por primera vez. Mamíferos Terrestres Patagonia… me estaba mirando. Estaba en venta en una mesa junto a otros también “uy” de interesantes. Pensé que era una compra obvia antes de irme.

2. Eh? ¿Por qué yo? Los comentarios que aquí desarrollo sobre el libro responden al pedido de mi amigo Dickie Ojeda, quien arremetió contra mi persona en Esquel, me acorraló en un rincón y me dijo “tenés que ser vos” (y Dickie sonó como el It had to be you de Frank Sinatra). Acepté hacerlo en honor a su amistad pero en absurda incongruencia con mi capacidad para hacerlo, porque hace tiempo que ya no me dedico a estos temas. Por esta razón, me siento en la obligación de advertir a los lectores lo siguiente: la mayoría de los comentarios sobre libros ofrecen una mirada vertical (es decir, desde una posición superior a la de la obra), o al menos una mirada lateral, con la horizontalidad de una iluminación caravaggiana. Pero este va a ser uno de los extravagantes casos de comentario literario en donde la mirada viene desde abajo, como un Gulliver temeroso que alumbra por las noches el mentón de los gigantes mientras escapa en puntas de pie. Para darles un ejemplo: mi posición respecto de la taxonomía que el libro presenta es la de un creyente. No es la ciencia sino la fe (o un principio de autoridad aristotélica) la que me hace confiar en la sabiduría de los autores. De modo que me limitaré a asegurarles que leí el libro (juro que lo leí), les contaré qué fue lo que me pasó al hacerlo y al final de todo, como para tenerlos cautivos durante estas páginas, les diré si vale la pena o no gastar plata en ir a la librería para comprarlo.

3. Ahhh, Juan Carlos Chebez. Que este sea el último libro que Juan Carlos fue uno de los motivos principales para aceptar escribir estas líneas. Quién hubiese pensado, leyendo los magníficos Los que se van, que el que se iría sería él (¡no perdono a la vida desatenta!, como poemaba Miguel Hernández). Sin embargo, este libro “a la Chebez” nos enseña una forma de inmortalidad posible: lo que ha dejado para los demás. Y lo que nos ha dejado excede a la histeria de la métrica de la cantidad de papers, del factor de impacto y del índice h. Medir lo que Juan Carlos Chebez ha significado y significa para la mastozoología argentina utilizando estos indicadores sería la mejor manera de poner en ridículo, de una vez por todas, a estos indicadores que chupan el cerebro de nuestros mejores talentos hacia el sistema científico y tecnológico del primer mundo.

4. Ohhh siii, por fin los especialistas han dedicado el esfuerzo que los lectores merecen, escapando de la métrica. Este es un libro indispensable por varias razones: es una guía de rigurosa factura y actualización que habla para varios públicos; para el experto científico, para el viajero de la Patagonia, para el político, para el estudiante, fundamentalmente para el guía naturalista y casi para el público en general. Casi…porque apunta al lector culto y curioso, con cierta formación naturalista. No obstante esto último, venderá muchos ejemplares en varias ediciones, precisamente por su utilidad. ¡Attenti encapuchados verdugos de los esfuerzos locales, cipayos irredentos del factor de impacto!, esta magnífica obra les arroja el guante y los desafía al siguiente reto: dentro de una década, midan cuántos lectores ha tenido esta obra, cuantas veces ha sido citada, cuánta ha sido la influencia en la educación, en la creación de conciencia y comparen estas medidas con la cantidad de lectores de cualquiera de los papers citados en la misma obra. Ojalá que los científicos sigan este ejemplo y obras como estas proliferen en las librerías.

5. Epa!, sorpresas, claro que sí; para la muchedumbre de lectores del libro que no hayan tenido acceso al Teta et altri que documenta el descubrimiento de la rata “pingüino” de Kirschner, el Timpanoctomys kirschnerorum les prodigará una de las principales sorpresas del libro. Los ratones son marketineros, al punto de que son los únicos mamíferos de pequeño tamaño que han logrado colarse entre la megafauna de Hollywood. Y vaya si es marketinera la rata pingüino, marketing que se monta en la portación de un apellido que no olvidaremos fácilmente los argentinos. La era del pingüino Kirschner se ha merecido la inmortalidad sobre la que nuestra nueva rata cabalga.

Ojalá que la estrategia de honrar a una gestión de gobierno a través de la nomenclatura binomial sea de inspiración para que los futuros gobernantes rompan con la proporcionalidad inversa que existe entre lo políticamente correcto a escala local y a corto plazo y lo ecológicamente correcto a escala regional y a largo plazo. Una curiosidad al respecto es que existió otro ratón K-político: fue Juscelinomys candango, descubierto durante los estudios previos a la construcción de Brasilia en los sesentas. El género fue dedicado al presidente del momento, Juscelino Kubitschek (o JK), en cuya gestión, y de la mano de Oscar Niemeyer, se construyó Brasilia. Pero oximorónicamente, fue la construcción de la famosa obra la que extinguió al ratón que portaba su nombre. Deseamos mejor suerte a kirschnerorum.

6. ¡Wow, qué libro! La cuidadosa dirección editorial de José Luis Vazquez, el diseño de esos artistas hacedores de libros Fernando Vazquez-Mazzini y Cristina Zavatarelli, , la calidad de la tapa y del papel interior, el formato, son muy destacables y vienen marcando desde hace unos pocos años una nueva era, superadora, de este tipo de libros. Impecable, admirable cuidado del texto, hasta en los más mínimos detalles de puntuación. Las fotos de Darío Podestá: otro Wow! ¿Cómo lo hizo? Es la pregunta que uno se hace leyendo el National Geographic…¿cómo es posible sacar esas fotos? ¿Cómo convenció a cada una de las especies de mamíferos de la Patagonia para que posaran para él con la luz, el foco y el encuadro perfectos? La edición fotográfica de Roberto Güller es un poema; la foto de la página 127, del Phyllotis xanthopygus, tiene en los ojos y en las manitos, la luz de un Rembrandt.

7. Puf…la sistemática es un tembladeral, es un océano tempestuoso cuyos territorios más temidos se solapan en esta obra: la inexplorada Patagonia y el jardín de los senderos que se bifurcan de los sigmodontinos. Pero tenemos en Ulyses y en Pablo a los mejores pilotos para timonear esta odisea y para brindarnos un faro que desparrame las penumbras. Mientras leía la obra padecí un episodio borgeano: en el centro de la foto de la página 120 tropecé con un reverso del tiempo y aparecí junto a Pearson. Eligmodontia morgani me hizo extrañarlo hasta moquear. Pero una vez secadas las lágrimas y mocos veinteañeras con la manga de la camisa de hombre maduro, creo que este libro celebra su legado y es un alivio que haya quedado en tan buenas manos. Es muy reconfortante saber cuánto se ha expandido el conocimiento de los pequeños mamíferos desde que Oliver se nos fue. Y es un alivio saber a quiénes preguntar si por casualidad uno se cruza con un ratón raro por ahí, porque que los hay los hay.

8. Ay, ay ay Patagonia. Entre la conservación a la Walt Disney y el desarrollo a la Molina Campos, no son buenos los augurios para el futuro de muchas de las especies que describe esta obra. En este sentido, soy mucho más pesimista que los autores en cuanto al estado de conservación que declaran para la mastofauna patagónica. La gestión trucha (sea arcoíris, marrón, o variopinta) es la principal inspiración de las áreas protegidas andinas, donde el avistaje de mastofauna nativa es excepcional mientras que el de vacas está garantizado. Mientras se conserve la postal de fondo en las fotos de los turistas, no importan las especies de fauna, a menos que formen parte de la postal. Este último es el caso de las áreas protegidas de la costa patagónica, que se ocupan del show Walt Disney mientras Molina Campos caricaturiza el resto del paisaje con ovejas, perros, cepos y balas. Muchas especies han experimentado una enorme retracción distribucional, haciéndonos creer que su endemismo o rareza es cosa natural, cuando es un producto de la huella humana. La Patagonia, por un lado deshilachada por el sobrepastoreo, es por otro lado denostada por la élite de la conservación mundial debido a la tiranía del número de especies. No obstante, los grandes baluartes de la irreemplazabilidad y de la vulnerabilidad de sus 84 especies de mastofauna terrestre presentarán batalla durante el siglo XXI para ayudarnos a defender uno de los últimos sitios silvestres que quedan en el mundo.

9. Oppss.. es muy probable que esta obra sea asesinada en los próximos años. Y son los propios autores los que perpetrarán el crimen. El ímpetu de sus descubrimientos anuncian la muerte de una lista que quedará rápidamente superada. Que se haya habido tantos cambios en tan poco tiempo vaticina nuevas sorpresas. Sorpresas escondidas en especies crípticas que hoy tienen una distribución geográfica sospechosamente generosa; sorpresas escondidas en sitios que todavía resisten a los embates del muestreo y de la genética; y sorpresas debidas a la interconección árida entre la Patagonia y el resto del continente, corredor que todavía no ha manifestado completamente su resultado en riqueza de especies. Sería casi predecible para la biogeografía que especies norteñas de, por ejemplo, Eligmodontia, de Thylamys, de Ctenomys se añadan a la lista.

10. Ok, prometí decirles si valía la pena comprar este libro. Mi consejo de lector es el siguiente: dejen lo que están haciendo y corran a la librería a conseguir un ejemplar, porque creo que se agotará rápidamente. Cualquier simpatizante de los mamíferos debe tenerlo en su biblioteca y cualquier amante de la naturaleza patagónica en general también. El cuidado de la belleza del “objeto libro” es lo que lo hace incomparable respecto de cualquier e-book o pdf que aparezca en el futuro. Lo llevo conmigo en la guantera de la camioneta, junto con la linterna, el alambre y el mapa de la Patagonia.

POR ADRIÁN MONJEAU.



07 de Diciembre de 2014

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